/ Por Gustavo Restivo /
En el escenario político, donde la transparencia y la integridad deberían ser pilares fundamentales, asistimos a un preocupante episodio durante el reciente debate presidencial. El candidato en cuestión, en lugar de centrarse en propuestas y soluciones para los desafíos del país, optó por una estrategia carente de principios al exponer información confidencial sobre su rival (Milei), obtenida, no sabemos su fuente, pero puesta en consideración con una bajeza supina.
El debate, que debió ser un espacio para que los candidatos presenten sus visiones y planes de gobierno, se convirtió en un terreno de juego desleal. Sergio Massa, en lugar de destacar sus propias virtudes y propuestas, decidió emplear tácticas poco éticas al revelar información para desprestigiar a su oponente.
La falta de principios se hizo evidente cuando Massa, sin titubear, compartió detalles personales y sensibles sobre la vida privada de Javier Milei. Estas revelaciones, de características cuestionables, no solo carecen de ética, sino que también plantean serias preguntas sobre la integridad del candidato que las presenta.
La ciudadanía, testigo de este acto, se ha expresado en casos humorísticamente, en otros con preocupación, ante lo que consideran una violación flagrante de la privacidad y un intento desesperado por desacreditar al oponente. Los expertos en ética política y analistas coinciden en que la política debería basarse en argumentos racionales y propuestas concretas, no en la difamación y la exposición de la vida privada de los candidatos.
El evento ha reavivado el debate sobre la necesidad de normas éticas más estrictas en la política. La transparencia no debe ser selectiva ni utilizada como arma para desacreditar al adversario. La sociedad demanda líderes que actúen con integridad, respetando las reglas del juego democrático y centrando sus esfuerzos en abordar los problemas reales que enfrenta la nación.
Las redes sociales y los medios de comunicación han amplificado la controversia, generando un intenso escrutinio sobre Sergio Massa y sus métodos. Los electores, ahora más que nunca, se ven desafiados a evaluar no solo las propuestas políticas, sino también la integridad y ética de quienes buscan liderar el país.
Este episodio deja una marca indeleble en esta campaña electoral, recordándonos la importancia de elegir líderes que no solo ofrezcan soluciones pragmáticas, sino que también encarnen los valores fundamentales de la democracia. La carencia de principios exhibida en el debate presidencial debería servir como recordatorio de que, en última instancia, la ciudadanía tiene el poder de decidir qué tipo de liderazgo merece y exige. Finalmente, un efecto que se vislumbra cada acto eleccionario en nuestro país es la escasa calificación de los candidatos que se disputan en las diferentes campañas. Pero ese será tema de otra nota.
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